¿LAS CURVAS?

ZV
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3 de mayo de 2024
/
12:06 am
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¿LAS CURVAS?

DOS cosas son infinitas –mensaje de la abogada citando a Einstein– la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo segundo”. Mientras los robots de la Inteligencia Artificial siguen terciando sobre el infinito, pedimos a GPT una poesía con la explicación sobre el origen del símbolo: “En un rincón de historia envuelto en la mística neblina,/ John Wallis con pluma en 1655 esbozó,/ un símbolo etéreo de continuidad sin fin,/ un ocho descansando, bajo su mirada nació./ De la antigua Roma quizás su forma tomó,/ CIƆ, el mil insinuado, pero transformado al fin,/ o tal vez del óvalo de Cassini, que cautivó/ su mente, inspirando este trazo sin confín./ Llamado lemniscato, infinito se le nombró,/ un loop continuo, elegante y sutil,/ que en el cosmos y sueños humanos resonó,/ como el eco de lo eterno, sin principio ni perfil./ A través de ecuaciones, el cosmos abrazó,/ y en los pensamientos de los sabios se anidó,/ una representación de lo que nunca se agotó:/ el infinito, en un simple, pero profundo, símbolo./ En cada vuelta, en cada línea entrelazada,/ Wallis nos dejó una senda iluminada,/ donde el infinito, con gracia delineada,/ revela lo inmenso en su danza callada”.

Versos bellísimos de Jorge Luis Borges –“A un General”– sobre la fugacidad de la memoria del hombre ante lo infinito del olvido; reflexiones sobre la inmortalidad y el infinito en forma filosófica: “Región de manos sucias de pinceles y sienes/ que brillan en el cuadro de la tristeza con medallas,/ bajo el bronce los nombres son la fecha de la muerte,/ debajo de la fecha, la calle y el desconcierto./ No lo pienses más, muerto en la guerra/ de ti ya no habrá más que un nombre que los hombres/ borran, funden, mancillan y las letras del mármol/ del mármol de los monumentos, de las avenidas,/ de los parques y plazas con bustos y estatuas/ y el mármol con la firma del escultor y los días./ Apenas si tu nombre, apenas tu ceniza/ más tarde, el olvido, el infinito, nada”. Y como versificando estamos, retruécanos con la infinita inspiración de la IA: “En el infinito mar, el sol se sumerge,/ y en sus aguas el tiempo se desvanece./ Infinita es la espera del amanecer,/ donde el horizonte un sueño parece./ Infinitos susurros del viento en el prado,/ cada suspiro es un eco del pasado./ En el infinito baile de luz y sombra,/ cada paso es un verso que la noche nombra./ Infinitos caminos en la mente vagan,/ donde los sueños y la realidad se entrelazan./ En el infinito abrazo del amor sincero,/ cada latido es un verso, un sincero deseo./ Infinitas las estrellas que en el cielo brillan,/ cada destello un secreto que susurra y trilla./ En el infinito universo de la creación,/ cada misterio es un poema, una inspiración”. Un amigo lector: “He consultado a Google sobre la curva lemniscata”. “En ninguna de sus formas se menciona el símbolo del infinito como lo conocemos”. “Muestra varias derivaciones o figuras diferentes pero semejantes entre las que se destacan los nombres siguientes de acuerdo con sus creadores”. “La lemniscata de Bernoulli, la de Geromo, la de Booth, la de Besace, Analema y la curva del Diablo”. “La Hippopsis Lemniscata también es una especie de escarabajo descubierto en 1801, por Fabricius, entomólogo francés”.

(Hasta el diablo –entra el Sisimite– apareció. -¿A qué maldita hora, para azorar, asoma la tal “curva del diablo” en esta tertulia? -Esa curva –explica el Sisimite– es una curva algebraica definida por “una ecuación cuártica, una de cuyas componentes conexas tienen forma de 8”. -¿Pero ese diablo –pregunta Winston– es en forma de un ocho parado o de un ocho tumbado? -Metete a Wikipedia –sugiere el Sisimite– a consultar. -Es que –reniega Winston– con los últimos avances tecnológicos, yo prefiero esos robots de la IA, que meterme a hacer consultas a los buscadores anticuados. Voy a idear mi propia curva –nada que ver con las “curvas” en que estás pensando– en forma de 8 echado –así como me toca esperar a mí mientras me sacan a pasear– para que me la acrediten, como “ocho con yo”).

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